Mires a donde mires en esa pintura, el templo
derruido, el árbol seco, el burro hambriento, todo anuncia el final. Solo el
juego funciona como distracción momentánea. Como ese perrito que tras el
bombardeo de Berlín salió de entre los escombros, desenterró un hueso flaco con
el que jugó un rato, y cuando vio el camión militar que pasaba a toda velocidad
se tiró bajos las ruedas.
María Gainza El nervio óptico Barcelona: Anagrama, 2018, p. 43.