Sin la cultura
europea, lo que llamamos Europa es un territorio hueco, falso o directamente
muerto, un escenario que, alternativamente, aparece a nuestros ojos como un
balneario o como un casino, cuando no, sin disimulos, como un cementerio.
Y ese es un peligro incluso mayor
que el de la crisis económica, pues puede provocar una indefensión absoluta:
nadie cantará a Beethoven, o a Schiller, porque nadie recordará que el arte es
aquello que consuela cuando existen muros y aquello que enaltece cuando se
destruyen fronteras. En consecuencia, nadie sabrá, tampoco, que eso que
llamamos cultura, a la que Europa —más que otras regiones del mundo— lo debe
todo, es un ejercicio de libertad y de orientación en el laberinto de la
existencia. Para eso necesitamos todo lo que ahora, con una celeridad
increíble, estamos abandonando.
Rafael Argullol "Europa relega su cultura" (fragment),
El País, 3.2.2013.