Entré a tomar algo en el bar Asturias y me acodé al fondo de
la barra, que parece la barra de un saloon del Lejano Oeste por la catadura
bronca y solitaria de los parroquianos que se reúnen allí cada mañana, obreros
todos en paro, gente con callo y mala leche, todos silenciosos y mal aseados,
proletariado terminal que bebe licores baratos y escucha la tertulia política
de la Cope, tosiendo, gargajeando, esperando a que algún portero de los alrededores
venga a solicitar los servicios de algún de ellos.
Luis Landero El balcón en invierno. Barcelona: Tusquets, 2014, pàg. 26.