Un nen maquillat com a dimoni en una processó religiosa al Caixmir (Índia).
Foto: Mukesh Gupta/Reuters
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Combatió Erasmo (1466-1536) toda clase de fanatismo, ya fuera religioso, nacional o ideológico, porque lo consideraba el destructor cerril y confeso de cualquier forma de entendimiento. Odiaba a todos los tozudos y dogmáticos, ya llevaran la sotana del sacerdote o el talar del profesor, a los que pensaban con anteojeras y a los zelotes de cualquier raza o clase que por todas partes exigían obediencia ciega a sus opiniones y llamaban despreciativamente herejía o infamia a los puntos de vista divergentes. Del mismo modo que no quería obligar a nadie a aceptar su visión de las cosas, se oponía de la manera más decidida a que cualquier confesión religiosa o política se impusiera sobre las demás.
Stefan Zweig Erasmo de Rotterdam. Triunfo y tragedia de un humanista (1938), Barcelona, 2006 (trad. Rosa S. Carbó).